Un hombre compró un detector de mentiras avanzado, para uso doméstico, que emitía un pitido fuerte cada vez que alguien decía una mentira. Lo montó en su casa. Cuando su hijo, conocido por estirar la verdad a veces, llegó a casa, el padre le preguntó: "¿Estuviste en la escuela hoy?"
Le respondió el hijo. "Sí, por supuesto". El detector de mentiras sonó con fuerza.
El hijo se corrigió: “Falté la escuela y fui al cine”. De nuevo, el detector de mentiras sonó con fuerza.
El hijo volvió a corregirse: “Fui a tomar una cerveza con mis amigos”.
El padre regañó a su hijo: “Estoy decepcionado de ti. ¡A tu edad, no yo tomaría el alcohol!” El detector de mentiras sonó con fuerza.
La madre, que había disfrutado escuchando la conversación, reaccionó “De tal padre, tal hijo. ¡Él realmente es tu hijo!” El detector de mentiras sonó con fuerza.